La Asociación Bernardino Rivadavia – Biblioteca Popular es una institución civil sin fines de lucro.
Fue fundada el 16 de julio de 1882 por un grupo de vecinos extranjeros y argentinos, notables e idealistas, en su mayoría políticos y profesionales: Filippo Caronti, sus hijos Juan y Luis; Eliseo Casanova, Daniel Cerri, Leónidas Lucero, Octavio Zapiola, Angel Brunel, Daniel Aguirre, entre otros.
La Biblioteca Rivadavia inició el préstamo de libros el 9 de octubre de 1882, a pocos meses de su fundación oficial, acontecimiento elocuente del despertar cultural bahiense. Desde entonces tiene libre acceso toda persona sin distinción de sexo, religión, nacionalidad y condición social.
El primer bibliotecario fue el cubano Daniel Aguirre, a quien sus amigos llamaban «El Viejo Aguirre». Hombre sencillo y culto que tuvo la visión de coleccionar todos los periódicos locales que aún se conservan en la Hemeroteca.
El altruismo de los fundadores, dio origen a una Institución que transitoriamente ofreció sus servicios en diversos lugares. Por ordenanza municipal, el Dr. Leónidas Lucero presidente del Concejo Deliberante, otorgó un local en calle Moreno 86 donde estuvo la Biblioteca desde 1891 hasta el 15 de agosto de 1930, fecha en que se inauguró la sede de Av. Colón 31. Su construcción fue posible gracias al legado que efectuara Luis C. Caronti, uno de los treinta y nueve firmantes del Acta de Fundación.
El legado de Caronti
Luis C. Caronti, hijo de Filippo y Adela Casati, nació el 9 de septiembre de 1858 en Bahía Blanca.
Antes de morir en 1917, sin herederos directos, legó parte de su fortuna tal como figura en su testamento: “ …Yo, los bienes que ahora poseo, en propiedades, dinero y demás que pueda corresponderme, dispongo sean entregados por iguales partes, mitad al Hospital Municipal de Bahía Blanca y la otra mitad a la Biblioteca Pública de la misma ciudad, que sostiene la Asociación Bernardino Rivadavia, de cuya sociedad fui fundador”.
La Biblioteca popular Bernardino Rivadavia: cien años de historia 1882-1982, por Germán García
Germán García (1903 • 1989)
Comenzó su labor en la Asociación Bernardino Rivadavia en el año 1915 y permaneció en la institución por casi siete décadas.
Fue su Director entre los años 1928 y 1955, y luego desde 1974 hasta 1982.
Se desempeñó como Asesor de la UNESCO y Director de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina, miembro de la Academia Argentina de Letras y fue autor de numerosos libros y artículos de crítica literaria.
En 1982 al cumplirse el centenario de la Asociación Bernardino Rivadavia, publicó “La Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia”, una obra que cuenta cómo se inició la Asociación, y cómo se convirtió en una de las instituciones culturales más importantes de Bahía Blanca.
«El país de la leyenda bibliotecaria»
La Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia se enorgullece de presentar el proyecto editorial mediante el cual, en colaboración con el Archivo del diario La Nueva., rinde homenaje a su exdirector Germán García en el marco del 30° aniversario de su fallecimiento. El primer e-book editado por la biblioteca se encuentra disponible para ser descargado libre y gratuitamente en los formatos .PDF y .ePub.
Viaje al país de la leyenda bibliotecaria
Después de que, junto con el Archivo del diario La Nueva., editarámos en formato digital las crónicas de viaje por los Estados Unidos de Germán García, exdirector de la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia, presentamos en esta oportunidad la edición en formato impreso, que pudo concretarse a partir de la obtención de un subsidio de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP). Si bien la publicación rinde homenaje, en el marco del trigésimo aniversario de su fallecimiento, a quien dirigiera la biblioteca desde 1930 hasta 1955 y desde 1974 hasta 1985, también pretende trascender la efeméride, contribuyendo a la recuperación de la figura de García, destacado actor de la historia cultural de la ciudad. Como material de lectura complementario, les hacemos llegar dos colaboraciones escritas especialmente para acompañar esta presentación. En primer lugar, un perfil intelectual de Germán García, escrito por la Dra. en Historia Juliana López Pascual. En segundo lugar, una reseña crítica del libro, a cargo de la Dra. en Letras María Celia Vázquez.
Invitado por el Servicio Cultural del Departamento de Estado, entre los meses de enero y abril de 1954 Germán García recorre diferentes localidades estadounidenses con el objetivo de conocer el modo en que se organizaba y funcionaba el sistema estatal de bibliotecas. Así, obtiene un panorama bibliotecario actualizado tras visitar los grandes centros urbanos, como Washington D.C., lugar donde se encuentra “la gigantesca Biblioteca del Congreso” en la que destaca el orden y la disciplina del personal de todas sus reparticiones. También Baltimore, Maryland, donde se sitúa una de las bibliotecas más famosas de la nación estadounidense, la Biblioteca Pública Enoch Pratt, de la que resalta su estructura organizativa, llamándole la atención especialmente las estrategias implementadas por el departamento de publicidad. En Atlanta, Georgia, puede apreciar por primera vez, según afirma, el trabajo que se realiza en pos de la educación del pueblo y el adelanto de la cultura colectiva, a partir de la articulación de las sedes de la universidad estatal con la Biblioteca Pública de Georgia, “foco de cultura y club libre para todos los ciudadanos”. Pero también visita ciudades pequeñas del interior transportándose en bibliotecas rodantes o bibliomóviles (bookmobiles) conducidos por las mismas bibliotecarias, con los que llega hasta las más alejadas bibliotecas sucursales (branches), a través de las cuales pretende incrementarse la cultura popular. En Brookhaven, Mississippi, participa de la entrega a domicilio de material de lectura en un automóvil alquilado por la biblioteca especialmente para tal fin. De la Biblioteca Pública de Albany, Nueva York, destaca la existencia del Tesoro, un sector que bajo las más estrictas normas de seguridad alberga incunables y manuscritos, incluyendo el borrador de puño de Abraham Lincoln de la proclamación de emancipación, orden mediante la que se declaró la libertad de los esclavos. Cuando, siguiendo la “ruta de la historia”, llega a Boston, Massachusetts, resalta de la biblioteca pública de la ciudad, una de las tres que se disputan el título de la más antigua del país, tanto la cantidad de libros como de sucursales con que cuenta. En resumen, el viaje que realiza Germán García se constituye en una aventura en busca del espíritu de la biblioteca pública, la misma que, de acuerdo con la leyenda bibliotecaria, tuviera su origen en la iniciativa asociacionista para la lectura ideada por Benjamin Franklin, la “biblioteca de suscripción”, que posteriormente inspiraría en Domingo F. Sarmiento la creación de las biblioteca populares.
La acción tenaz. Germán García en el mundo cultural de Bahía Blanca.
Por Juliana López Pascual*
Estudiar y buscar comprender las prácticas y experiencias intelectuales surgidas en Bahía Blanca durante el siglo XX dejan al investigador sin más opciones que observar la figura de Germán García, su amplia labor cultural y su vínculo íntimo con la Biblioteca Rivadavia. De origen ibérico y nacido en 1903, residió en Bahía Blanca desde su infancia y toda su trayectoria vital estuvo atravesada por la cultura letrada y el trabajo con colecciones bibliográficas, ámbitos a los que les dedicó sus esfuerzos y su perseverancia. En el escenario de la Bahía Blanca de inicios del 900 y siendo todavía un niño, comenzó a colaborar en la Biblioteca y, desde entonces, su contacto cotidiano con las actividades de catalogación y gestión del repositorio estimularon el aprendizaje autoguiado de las singularidades del oficio. En 1927, mientras la Asociación transformaba y expandía la Biblioteca, fue contratado como jefe de salas de lectura y ello, según narraba, constituyó un giro drástico en su existencia, una marca identitaria en su juventud que enhebró el decurso de sus días en el proceso amplio y complejo de la cristalización de las políticas culturales en Bahía Blanca, en sus avatares y coyunturas.
En efecto, desde fines de los años 20 y con medio siglo de vida, la Asociación Bernardino Rivadavia comenzó a extender su accionar local y regional deviniendo, con el correr de las décadas, uno de los agentes más activos y legitimados del mundo intelectual bahiense y del sudoeste bonaerense. El acervo bibliográfico creció notablemente durante la década de 1930 y, en simultáneo, la entidad se fue consolidando como el principal centro cultural de la región: en sus dependencias dio lugar al desarrollo de una gran variedad de actividades destinadas a la promoción de la cultura. Hacia el siguiente decenio, en su sede tuvieron lugar los principales eventos culturales de la ciudad y la zona en virtud de las características de su edificio, que contaba con una sala de exposiciones, tres de lectura y un salón de actos con capacidad para 400 espectadores. Asimismo, la solidez de su estructura asociativa la convertía en el punto de apoyo de otras iniciativas colectivas, que se vinculaban a ella como una estrategia que les permitiera sobrellevar los vaivenes económicos. La Biblioteca y sus gestores ocuparon un papel central en esos años, mientras el escenario cultural de Bahía Blanca comenzaba a organizarse en entes privados que perdurarían en el tiempo -como la Asociación Artistas del Sur y el Colegio Libre de Estudios Superiores- que se sumaron así a la Asociación Cultural, la Universidad del Sur, la Asociación de Artistas Independientes y a las dependencias oficiales que empezaban a estructurar las preocupaciones públicas por las actividades del espíritu, como el Archivo Histórico Municipal, la Comisión Municipal de Bellas Artes y el Museo homónimo.
La relación entre el rol de esta Biblioteca en expansión y la figura de Germán García -su director bibliotecario entre 1928 y 1955- constituye hoy un elemento fundamental para explicar las maneras en las que ese campo cultural fue adquiriendo sus formas más significativas. Junto con otras personalidades de gran capacidad de convocatoria y trabajo institucional, como Zulema Cornídez, Pablo Lejarraga, Berta Gaztañaga y Gregorio Scheines, García desempeñó un papel clave en la consolidación de las tareas intelectuales y del prestigio alcanzado por las entidades bahienses, incluso en la dimensión provincial y nacional. Mancomunados en la meta de proyectar a Bahía Blanca en la región patagónica y jerarquizar su rol en los círculos intelectuales argentinos, los espacios privados y las políticas oficiales sostuvieron diversas prácticas de intervención artística, literaria y científica que, en la mayoría de las ocasiones, tuvieron lugar en las salas de la Rivadavia.
El intenso compromiso de García con la bibliotecología, en general, y con la ABR en particular lo llevó a participar en instancias relevantes en el desarrollo de la disciplina, como los primeros congresos y federaciones o los espacios de formación que el gobierno bonaerense organizaba con el fin de promover el trabajo de las bibliotecas populares. En efecto, Don Germán intervino de manera activa en la labor oficial que a fines de los años 40 llevaron adelante Julio César Avanza, José Cafasso y Miguel Ángel Torres Fernández en el Ministerio de Educación, la Subsecretaría de Cultura y la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares de la Provincia de Buenos Aires. A pesar de que sostenía distancias ideológicas sensibles respecto del justicialismo y sus propuestas, su figura resultó de importancia en una provincia que asignaba recursos y afanes a la expansión de las políticas culturales estatales, como sucedió durante la gestión de Domingo Mercante. La posibilidad de viajar a los Estados Unidos y ponerse en contacto con el ámbito bibliotecario norteamericano, asimismo, consolidó sus saberes, su prestigio y su relevancia: en 1954 fue convocado por la UNESCO para dirigir la primera experiencia de Biblioteca Pública Piloto, en Medellín, Colombia.
Mientras la Biblioteca Rivadavia se volvía un eje fundamental de la vida espiritual del sudoeste bonaerense, Germán García también fue desarrollando amplios intereses intelectuales que excedían las tareas bibliotecarias. En 1941 integró el grupo fundador de la filial bahiense del Colegio Libre de Estudios Superiores, iniciando así una relación que perduró por casi tres décadas y que lo vinculó con una red más amplia de escritores, artistas y docentes entre los que se hallaron Luis Reissig, Francisco Romero, Roberto Giusti y Ezequiel Martínez Estrada. Si en las redacciones de La Nueva Provincia y El Atlántico se desempeñaba como cronista y editorialista, su participación en la coordinación del CLES le permitió hacer visibles sus intereses por la literatura mientras participaba de espacios e intercambios en los que la dimensión ideológica del antifascismo y el problema de la libertad constituían un tópico importante.
Y es que su trayectoria como bibliotecario y sus colaboraciones periodísticas se combinaban, también, con un vivo interés por la labor del escritor y la interpretación crítica sobre las letras argentinas. La elaboración de columnas, notas y crónicas se alternaba con la de ensayos que en varias ocasiones presentó en el CLES y que luego fueron publicados como separatas -como fue el caso de El “Sarmiento” de Martínez Estrada (1942), Actualidad de Sarmiento (1943), Benito Lynch y su mundo campero (1954)- mientras en otras, se trató de elaboraciones de mayor extensión, como La novela argentina: un itinerario (1952) y Roberto J. Payro; testimonio de una vida y realidad de una literatura (1961). Su concepción de la cultura letrada lo llevaba a la reflexión acerca de los libros y las instituciones dedicadas a su gestión y conservación tanto como sobre las vías por las que se producía la formación de los literatos y los periodistas y sus entrecruzamientos con lo político, temas que resonaban fuertemente en los círculos intelectuales de la época. Estas intervenciones literarias no sólo se prolongarían por el resto de su vida, sino que además le reportaron premios por la Sociedad Argentina de Escritores y su nombramiento en la Academia Nacional de Letras.
Su retorno desde Colombia coincidió con la coyuntura política argentina signada por el derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955 y, en ese contexto, fue convocado para cumplir funciones como Director de Bibliotecas de la Provincia de Buenos Aires y Director General de Cultura. Aunque ello supuso un relativo alejamiento de la ABR, Don Germán continuó interviniendo en las instituciones culturales bahienses, particularmente en el desarrollo de la novel Universidad Nacional del Sur, creada en 1956. Allí, siguiendo los intereses y planteos que habían sostenido desde su tarea conjunta en el Colegio Libre, colaboró de manera estrecha con la gestión de Gregorio Scheines al frente de la Dirección de Extensión Cultural; en 1961 organizaron el curso elemental para la formación de bibliotecarios al que fueron invitados los responsables de todas las bibliotecas populares del sur de la provincia de Buenos Aires y de Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz, La Pampa y Tierra del Fuego. En este sentido, a pesar de que su ocupación principal se ubicaba en la Capital Federal, donde era Jefe del Departamento de Biblioteca y Publicaciones de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, manifestaba su voluntad de apoyar la acción cultural que buscaba consolidar a la ciudad como centro regional en el sudoeste bonaerense y la norpatagonia. Al igual que otros intelectuales y gestores locales, García participó en espacios y movilizó recursos en los que el elemento común se constituía por la idea rectora de que Bahía Blanca era la “capital del sur”.
Algunos años más tarde, sus conocimientos y experiencia profesional lo destacaron en ese escenario regional en el que nuevas iniciativas culturales habían emergido. Desde mediados de la década de 1960 se desempeñó como asesor en la creación de centros de documentación y bibliotecas en las flamantes provincias de La Pampa y Neuquén, implicando de esa forma su experticia especializada en la conformación de grupos técnicos e instituciones articuladas a la estructura estatal y a las nuevas casas de altos estudios, como la Universidad del Comahue. En efecto, su desempeño y sus saberes bibliotecológicos lo ubicaban como un actor de peso en los procesos culturales e institucionales de la época que se orientaban, en buena medida, por el horizonte de la modernización educativa y científica como paradigma preferencial para el desarrollo de naciones latinoamericanas liberales y democráticas.
A inicios de la década de los 70, ya septuagenario y jubilado, Germán García retornó a la dirección de la Rivadavia, cargo que ocupó hasta 1985 y desde el que lideró la institución durante los oscuros momentos de la última dictadura cívico-militar. Lejos de descansar de su prolongada actividad intelectual, dedicó esos años a la continuidad de su escritura ensayística y bibliotecológica, a la producción del relato histórico sobre la propia Biblioteca y a la elaboración de la que fue su única novela, Golfo negro, publicada postmortem por el librero y editor Carlos Viglizzo. El ciclo de su vida estuvo definido y atravesado por el universo de los libros y la lectura, y su trayectoria individual halla sentido en la trama amplia de las redes intelectuales y de amistad, de las instituciones públicas y privadas, de los debates e intercambios ideológicos y de los procesos generales de transformación política. A la inversa, su acción tenaz marcó huellas profundas en las formas y los caminos de la cultura en Bahía Blanca que, en la actualidad, lo reconoce como una de sus figuras destacadas.
*Juliana López Pascual (Centro de Estudios Regionales “Prof. Félix Weinberg”-UNS-CONICET)
Declaratorias
En el año 1992 se incluyó el edificio en el Catálogo del Patrimonio Arquitectónico y Urbano de Bahía Blanca.
El 16 de julio de 2007 fue distinguido como Monumento Arquitectónico Provincial por ley 13.690 tal como lo recuerda la placa descubierta en el hall de entrada como adhesión de la Honorable Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires.
El 2 de octubre de 2008, el decreto presidencial 1592, concretó la designación de la sede de Av. Colón 31, como Monumento Histórico Nacional y Patrimonio Cultural de la Nación. En sus considerandos destacó no sólo la riqueza arquitectónica del edificio, sino también el magnífico caudal bibliográfico que posee. Menciona especialmente la Hemeroteca, que atesora, entre otras importantes publicaciones, todos los diarios editados en nuestra ciudad desde 1883, donde se refleja el desenvolvimiento de la ciudad y la región, constituyendo un importante reservorio para las investigaciones.
Fotos: Foto Club Bahía Blanca, Daniel Lirio, Archivo ABR